El cortijo de Gerald Brenan, los guiris de la puerta de al lado
Arte y artesanía, el artista y el obrero
Fear no more the heat of the sun.
Cymbeline. William Shakesperare
Soy una mala vegetariana.
Con la excusa de visitar la casa de Gerald Brenan, en el barrio de Churriana, me he comprado un paquete de galletas de chocolate porque había que arreglarse y salir y hacer networking en un ambiente Bloomsbury total, y me moría de ansiedad.
Y quería conocer hispanistas y amantes de la cultura anglosajona, aunque en realidad lo que quería era volver a leer chismes sobre los locos del grupo de Bloomsbury de la mano de Virginia Woolf.
Los chismes de los vivos se me escapan fuertemente.
Con esa excusa, la del networking, fuimos a visitar el caserón donde vivió nuestro protagonista en los años 30. El amante de la pintora Dora Carrington; amantes todos ellos a su vez unos de otros y de terceros ausentes que tendré la deferencia de no nombrar.
Porque no se pueden defender.
Aunque están todos muertos a día de hoy.
(El vino hace su efecto, ¿te has fijado?)
No he parado de comer galletas, queso, y vino y aceitunas y patatas fritas.
La idea, el punto, esta cosa fascinante de “conectar culturas” mirándolo todo y masticando y diciendo “ sí, sí” con la cabeza—
Lo siento, pero tenía que venir armada con algo más que con unos zarcillos en mis orejas, aparte de una sonrisa y ganas de hablar con quien se me pusiera por delante.
En esta pared roja como el vino, me detengo a hacer las fotos porque he pensado en la época del Terral, cómo se cocería la gente en este calor. Los ingleses.
El resto de las paredes están encaladas, repeliendo sensatamente el sol. Pero si hay gente que pinta de azul bunker piscina su habitación, por qué no utilizaría este rojo volcánico para ser más innovadores. (!) O bellos.
Hablamos todos, nos integramos con los turistas random y los amantes del grupo de Bloomsbury y del vino en general a los pies de esta escalera de piedra y de la enredadera que trepa por la pared roja y decimos “ah sí sí” con una sonrisa desquiciante.
Pues ha sido justo en este Centro cultural donde he buscado los servicios para vomitar el atracón de galletas. Un perro me ha seguido. La luna aullaba y yo echo los hígados en este cubículo.
(No me digas que no intento pintar una escena digna de Lorca, con la luna y un perro… Mañana no saldré de casa y trabajaré todo el día, te lo prometo. Vegetariana, ayunadora - e intelectual).
A quién quiero engañar.
No he escrito nada en un mes.
A quién quiero engañar.
A mi estomago desde luego que no. Y no te metas con él.
Díselo a las piernas, a los pulmones. Castígalas a ellas, que corran, muchos kilómetros, mañana. Pero al estomago hay que dejarlo en paz.
¡Olé, guiris! (No bebas).

Arte y artesanía, el artista y el obrero
A medida que recorro las habitaciones, el estómago poco a poco vuelve a su ser y puedo ir anotando mis observaciones:
Ejem.
Estilo sobrio con acentos rústicos: (por supuesto, qué esperabas de un caserón rural).
La casa se parece al cortijo andaluz- si tuviera tierras de labranza, olivos, etc.La arquitectura andaluza rural es algo así: techos con vigas vistas, suelos de barro cocido y paredes encaladas que reflejan la luz. (Ni te imaginas lo que es pintar la luz en el sur, y el mencionado viento terral).
No todo es estética en esta vida. Lo funcional manda. Especialmente en verano. Y en invierno, ¡cómo conservaban el calor!
Un escritor no es nadie ni nada sin su biblioteca.
Estanterías de madera oscura donde leemos en inglés y español, alfombras y una butaca para leer.
Sin más.
Colores tierra y luz natural.
Suelos de barro cocido y baldosa de terracota. Vigas vistas de madera de pino y roble.Los tonos son cálidos: ocres, blancos rotos y verdes oliva puntuados por las amplias ventanas por donde entra la luz del mediterráneo.
El contraste del metal oscuro contra los tonos blancos y arena y terracota en cancelas, barandillas y picaportes.
“En mi aldea se observaban estrictamente algunas curiosas costumbres con respecto al pan. Antes de cortar una nueva hogaza, se debía trazar la señal de la cruz sobre ella con un cuchillo. Si la hogaza o rosca caía al suelo, el que la recogiera debía besarla y decir: Es pan de Dios. Una vez pinché una hogaza con mi cuchillo y la gente reprobó mi acción diciendo que “estaba pinchando el rostro de Cristo”.
Gerald Brenan. Al sur de Granada.
Zócalos y rincones decorados con azulejos andaluces pintados a mano, incorporando motivos geométricos y florales en azul cobalto, amarillo ocre y blanco: un legado mudéjar.
A modo de pinturas murales, entiendo. El horror vacui se combate con la cerámica.
De eso Picasso sabe mucho, seguir la tradición de su tierra. Y por qué no. No todo es pintura de caballete en la Historia del Arte. El arte (o lo excepcional, la genialidad, las estrellas del arte) se encuentra en cada rincón de la casa, en la butaca donde lees y te inspiras (y descansas y no haces nada).
¡Ok, Gerardico!
De esto hizo su lema el grupo de Bloomsbury, los artistas de la ensoñación. Los modernistas que hacen una obra de arte de la chimenea, los dibujitos de los salvamanteles, los pomos de las puertas, esquinas, zócalos, manteles, toquillas…
Como la Escuela Bauhaus.
El arte y la artesanía se dan la mano, no cabe uno sin la otra.
La artesanía se eleva un grado mas. Es arte, con firma de autor. Pura sensibilidad y subjetividad y objeto limitado, firmado y de incalculable valor.
Ese fetichismo de lo artesanal.
El arte es egoísta, sin duda.
Y un objeto de lujo, cada vez más.
Especialmente porque está hecho a mano: No hay otro como yo. Las máquinas pueden replicar hasta el infinito, sin embargo la mente y la mano del artista son únicos.
Finalmente, los objetos personales, trastos, como en toda casa:
Cuadros, fotografías antiguas, mapas, cartas y recuerdos de viajes. Los escritores viven en su mundo, idealizan- romantizan- , la guerra.Viajan mentalmente, en el pasillo, en un burro por la Alpujarra.
Como tuvo que soportar la pintora Dora Carrington esa aventura para ver a su amante donde se había enclaustrado en Yegen, Granada. Pero no te preocupes, siempre regresan a casa para tomar el té. Los mapas en la pared les dan un punto de referencia.
No confío en los escritores. Sólo se escriben a sí mismos.
Me gusta el tocadiscos, y especialmente su máquina de escribir.
Ah. Volvemos al exterior.
La sala de estar se comunica con un jardín de buganvillas, jazmines y hierbas mediterráneas, me informan.
Por esta casa pensaron, comieron bebieron y divagaron intelectuales como Bertrand Russel, Ernest Hemingway, Paul Bowles y Julio Caro Baroja.
Cómo escribir un libro.
Era una aldea pobre, elevada sobre el mar, con un panorama inmenso a su frente. Sus casas grises de forma cúbica de un mellado estilo Corbusier pegadas unas a otras con sus techos planos y sus pequeñas chimeneas humeantes sugerían algo construido por insectos.
Gerald Brenan. Al sur de Granada.
Me he empapado de networking, conectando dos mundos el hispano y el anglosajón. Y los hispanistas, que gustan tanto del flamenco- prueba de ello es el tocadiscos. Nada como bailar flamenco con vino de región.
Fácil escribir las memorias de lo que se vivió en una casa dentro de mi propia cabeza: Yo opino, opino y sigo opinando.
Estéticas como humo del vapeador ese que chupas ahí.
Los intelectuales de Bloomsbury escribiendo sobre la guerra y la paz en una mecedora, fumando en pipa una noche estrellada en las Alpujarras, con un manzanilla, un LSD, experimentando -por qué no- con los beatniks.
Los escritores de artículos sobre diseño de interiores mezclamos colores, opinamos sobre los tiempos que corren, las modas y las respuestas a las necesidades: opiniones como hipótesis. Por qué no verlo así.
Sal del bloqueo.
El arte, el ego. Los genios. Los artesanos utilitarios.
El artista, Gerald Brenan, describiría las casas y su habitantes de esta manera:
“Los intelectuales son las lombrices que mantienen la tierra de la vida social en continuo movimiento”.
Si esto no es haberse integrado con el paisaje andaluz…
Anoto todo esto para la próxima…
………
Mira qué películas más bonicas sobre los guiris aludidos. ;)